lunes, 25 de noviembre de 2013

Última palabras en "Festín de Cuervos" - George R.R. Martin

--Spoiler para los que siguen la serie Game Of Thrones--

Me muero, Sam. —Cuando lo reconoció, las lágrimas manaron de sus ojos ciegos—. La muerte no debería asustarme a mis años, pero tengo miedo. Qué tontería, ¿verdad? Esté donde esté, siempre hay oscuridad. Entonces, ¿por qué temo a la oscuridad? Pero no puedo dejar de preguntarme qué pasará cuando mi cuerpo pierda el último resto de calor¿Celebraré un banquete eterno en las estancias doradas del Padre como dicen los septones? ¿Me encontraré con un Dareon ileso y feliz? ¿Volveré a hablar con Egg? ¿Oiré como mis hermanas cantan a sus hijos? ¿Qué pasa si es verdad lo que dicen los señores de los caballos? ¿Cabalgaremos eternamente por el cielo nocturno a lomos de un corcel de fuego? ¿O tendré que regresar a este valle de lágrimas? ¿Quién lo puede decir con certeza? ¿Quien ha vuelto detrás de la muralla da la muerte? Solo Los espectros, y ya sabemos cómo son. Ya lo sabemos."


sábado, 22 de junio de 2013

Volver con tu ex al estilo de Charles Bukowski - Factotum

Cuando volví a casa por la noche ella se había mudado a mi apartamento. Qué demonios, le dije, mi reino es tu reino. Un poco más tarde tuvimos nuestra peor pelea. Ella se fue y yo me emborraché durante tres días y tres noches. Cuando me puse sobrio supe que había perdido el trabajo. No volví a aparecer por allí. Decidí limpiar el apartamento. Pasé la aspiradora por el suelo, restregué los bordes de las ventanas, fregué la bañera y el lavabo, vacié y lave los ceniceros, enceré el suelo de la cocina, maté a todas las arañas y cucarachas, lavé los platos, limpié el fregadero, colgué toallas limpias e instalé un rollo nuevo de papel de water. Debo estar volviéndome marica, pensé.

Cuando Jane finalmente volvió a casa — una semana más tarde — me acusó de haber estado con otra mujer, porque todo estaba tan limpio. Me atacó muy airada, pero era solo una defensa para ocultar sus remordimientos. Yo no podía comprender por qué no la mandaba de una puñetera vez a la mierda. Me era inexorablemente infiel: se iba por ahí con el primero que se encontraba en un bar, cuanto más guarro y miserable fuera, mejor. Continuamente utilizaba nuestras peleas para justificarse. Yo no dejaba de repetirme que ninguna mujer del mundo era una puta, solo la mía.